Ciervo

El ciervo como animal de poder nos enseña el amor propio y la nobleza, a ser dulce con nosotros mismos y con los demás, a amarnos y aceptarnos y amar y aceptar a los demás y sus verdades. Nos ayuda a superar el juicio e integrar la verdad de que el amor siempre es la respuesta.

Nos anima a mostrar nuestra voz y nuestras verdades desde el corazón y a valorar nuestro camino. Nos recuerda que celebrar nuestros triunfos, reconociendo nuestros esfuerzos y nuestros logros, alimenta nuestra fortaleza para seguir, y nos ayuda a vivir primero en armonía con nosotros mismos, para luego lograr la armonía con los demás.

Nos aporta gracia, fuerza y determinación para enfrentar los retos vitales desde una actitud apacible y tranquila, confiando en nuestra capacidad de renovación y en nuestros instintos. Nos conecta con el poder de la gratitud, una energía creadora que nos lleva a crear más felicidad y más prosperidad.

Los cuernos del ciervo vuelven a crecer después de que se les hayan caído. Esto es una muestra de su poder de regeneración, de su capacidad de adaptación, de empezar otra vez y dejar atrás todo lo que no nos hace felices. Podemos invocarlo para que nos ayude a conectar con nuevas posibilidades, con nuevas cualidades y aprendizajes, nuevos caminos para encontrar y mantener todo lo necesario también en el terreno material. Nos ayuda a enraizar en la tierra y sentir la confianza de que ella nos sostiene y siempre tendremos el amor y todo lo necesario para vivir y ser felices.

El ciervo es el señor de los bosques, evoca la libertad. Suele acompañar a las personas que aman estar en contacto directo con la tierra, aman caminar por montañas, bosques y senderos, y sienten y valoran la magia de la naturaleza, de todos los animales, del agua, del aire, del fuego y de la tierra. El ciervo nos anima a conectar con todas estas energías visibles e invisibles, a reservar tiempo para descansar, para escuchar, para contemplar, para asombrarse y conectar con nosotros mismos, con nuestro niño interior y la inocencia en el silencio.

Nos ayuda a reconciliarnos con la energía masculina, con nuestro padre interior, y de esta manera poder llegar a equilibrar lo masculino y lo femenino dentro de nosotros, para poder ser creadores de nuestra vida.